La vida es un constante reto de aprendizajes, pero también a veces nos vemos retados en desaprender ciertas cosas. Hacer de este principio de realidad una oportunidad de cambio y transformación, ha sido la virtud de nuestro profesor de educación física, Diego Fernando Cardona Alzate, en la construcción de un nuevo paradigma que imparte en sus clases: “más importante que ganar o perder, es jugar con juego limpio, esfuerzo y fraternidad”.
“Dieguito”, como cariñosamente se conoce en el Colegio, es licenciado en Educación Física con más de 35 años de experiencia como docente, de los cuales lleva casi 24 años con nosotros. Inició labores en el mismo año de nuestra fundación, en 1996, y desde entonces, como él mismo la define, su “pasión de enseñar a otros y de servir a través de la educación para que las personas sean mejores”, ha sido el motor para realizarse profesionalmente en esta institución.
Aunque de niño solía organizar torneos de fútbol con sus amigos de barrio, la carrera que decidió estudiar al terminar el bachillerato fue licenciatura en Matemáticas y Física, pero no quedó en la universidad a la que se presentó. Luego, y contra todo pronóstico, prestaría un año de servicio militar en el ejército para descubrir, en un día de descanso y viendo un partido de fútbol, que su vocación por ser docente seguía intacta pero ahora hacía una nueva física, aquella que tiene como fin el desarrollo del cuerpo mediante la práctica del deporte: la educación física.
Una vez graduado de la Universidad del Valle, y ejerciendo su rol como docente en diferentes Colegios, comenzó a detectar que había un sistema de creencias que afectaba la sana convivencia en el deporte. Era evidente que ese ambiente generalizado de corrupción y violencia propio de este país, permeaba los escenarios deportivos en los barrios y colegios. Esto lo llevo a reflexionar profundamente sobre que lo él mismo podría estar haciendo como maestro para contribuir a que esa situación se generara y también pensó en lo que pudiera hacer para cambiarla.
Su primera conclusión se basó en una premisa que él considera son los propósitos de las personas al recibir educación: “adquirir conocimiento, ser buen ciudadano y ser feliz”. Ante esta creencia vino el reconocimiento de que sus estudiantes no solo deberían aprender en sus clases sobre habilidades corporales, sino también, como señala: “a formarse en valores y a ser feliz con lo que se es y con lo que se tiene”.
De allí vendría un revolcón en su propio sistema de creencias, un aprendizaje que se amplificó en el Colegio La Arboleda cuando le presentaron a Maturana (no al técnico, sino al filósofo), a Humberto, de quien entendió que la competencia no favorece la formación en valores, si no que por el contrario la afecta negativamente. Además, comprendió que la “escuela es un espacio de inclusión y la competencia se basa en la selección”; se escoge al más alto, al más rápido, al más fuerte, por lo que cuando se estimula el espíritu competitivo bajo este principio se tiende a afectar los valores y el primero que se compromete es el respeto.
En este sentido Diego señala: “Por querer ganar se afecta el respeto a las reglas y en ocasiones, se falta el respeto a sí mismos, como por ejemplo cuando un deportista ingiere anabólicos para mejorar su desempeño. Y cuando no hay respeto eso afecta la empatía, y si no hay empatía no hay unión, y si no hay unión no hay trabajo en equipo, y sin trabajo en equipo no se logran los objetivos. Así que para favorecer procesos de formación hay que minimizar la competencia, por eso mi propuesta de trabajo con los estudiantes se basa en nuevo paradigma que le da más lugar a lo lúdico participativo desde la inclusión, desde la diversidad, y favorece procesos de formación en valores desde la construcción del desarrollo moral y el control de la emocionalidad, porque el problema de la violencia en el deporte, es un asunto de control de la emocionalidad”.
Aunque el reto de “Dieguito” con sus estudiantes no ha sido fácil, en el Colegio La Arboleda logró sistematizar sus creencias en unos códigos de juego limpio, esfuerzo y fraternidad, que sirven a su vez como horizonte de formación en sus clases. De hecho, esta estrategia está basada en la misma filosofía del Colegio y en un amplio concepto de motricidad humana que apela a la multidimensionalidad. Desde luego, su plan de estudios está ajustado a unos lineamientos curriculares y a un marco legal vigente, pero se enriquece de conceptos de Adela Cortina y Humberto Maturana para, como él mismo lo indica: “poder mirar al estudiante no solamente desde el hacer, que es lo que están acostumbrados hacer los docentes en clase de educación física para valorar el desempeño, sino también desde el pensar, el querer, el sentir y el expresar, que son conceptos de motricidad humana”. En este sentido, a lo largo del año “Dieguito” acondiciona espacios de trabajo alegres, organizados y significativos, para favorecer el desarrollo de las habilidades motoras, físicas y sociales, en un escenario donde se promueven estos códigos, como un referente ético y moral.
El mayor acierto de esta estrategia ha sido que cada estudiante logra desarrollar el juicio ético y el pensamiento crítico, situado desde la necesidad del juego y la necesidad del control de su emocionalidad, y alcanzar el anclaje necesario para crear una cultura social en ambientes de convivencia pacífica para vivir, pensar y compartir, respetando las diferencias.
Los resultados se evidencian en el ambiente del Colegio. Por ejemplo, en la semana deportiva se vive un ambiente de fraternidad, respeto a la diferencia, un ambiente de juego limpio porque los códigos ya hacen parte del sistema de creencias de los estudiantes. Incluso, en las clases de educación física se utiliza como una herramienta de evaluación y seguimiento al desempeño de los estudiantes, pero no por logro, sino por frecuencia en el cumplimiento de los códigos.
Gracias a este arduo trabajo, que ha implementado “Dieguito” en lo últimos seis años en el Colegio, fue seleccionado para participar de los “Stellar Learning Award”, ocupando el primer lugar entre más de 30 experiencias pedagógicas de los colegios Redcol, que participaron en el 2019. En sus propias palabras: “Este reconocimiento representa algo que yo estaba buscando: una gran oportunidad de visibilizar la práctica, porque gracias a la construcción de este nuevo paradigma con el que todo mundo podría estar de acuerdo, pero que muchos desconocen, podemos generar la cultura del cambio y lograr que otros Colegios también renueven su sistema de creencias. Este premio también me ha permitido creer que podré alcanzar una visión que tuve desde el comienzo: que el Colegio fuera reconocido en el 2025 como una institución que le apuesta al juego limpio esfuerzo y fraternidad, como valores aportantes a la cultura social y deportiva que hoy en día demanda, ante la corrupción y violencia que nos impera”.
Este reconocimiento compromete a “Dieguito” a seguir viviendo día a día este nuevo paradigma y a trabajar en una primicia que él mismo nos reveló: “voy escribir un libro que plantea la necesidad de ser más competente para la vida, que competitivo y que más que competir, hay que compartir”.
La vida es un constante reto de aprendizajes y gracias a profesores como “Dieguito”, esta permanente y abierta invitación a vivir se convierte en una oportunidad para reafirmar que en nuestro proyecto educativo se centra en el desarrollo y fortalecimiento de la autonomía del estudiante como un ser humano pleno.