“Pin pon es un muñeco muy guapo y de cartón, se lava la carita con agua y con jabón. Pin pon siempre se peina con peine de marfil, y aunque se hace tirones, no llora y no hace así…” El juego es una actividad a la que todo infante tiene derecho. A través de este los niños comienzan a construir su personalidad, y es un vehículo idóneo para aprender por medio de él.
Para la pedagoga y docente del Colegio La Arboleda, Claudia Jimena Herrera, desde que están en el vientre materno, los niños tienen movimientos -que se podría pensar- están cargados de lúdica, placer y libertad. Aunque algunas personas menosprecian la importancia que tiene el juego como vehículo inicial de exploración, conocimiento y aprendizaje, el juego es una actividad privilegiada para descubrir, crear e imaginar. “Esto nos hace reflexionar sobre su importancia en la primera infancia; partiendo desde esas primeras interacciones entre madre y bebé, a través de arrullos, cantos, mecimientos, mimos, y todo aquello que el adulto le va brindando y trasmitiendo en el diario vivir y hace parte de su cultura”, explica la pedagoga.
Dentro de los propósitos del juego está la oportunidad que le brinda al niño en la etapa del “YO”, de conocerse a sí mismo, favoreciendo su independencia, confianza, seguridad y autonomía. También, le da la oportunidad de expresar sus emociones, sentimientos, ideas, intenciones y deseos, siendo este su lenguaje natural. El juego además favorece en el niño las formas de resolver conflictos y lo lleva a encontrar soluciones a aquellos obstáculos que se le presentan dentro de este.
Para la docente, el juego sitúa al niño como un ser social, en tanto que le permite descubrir reglas y normas que le aportan experiencias de su cultura, su sociedad, nuevos saberes y una forma diferente de ver y comprender la dinámica de lo que hay a su alrededor. “Desde otra perspectiva, el juego le permite al niño desarrollar sus competencias científicas, que desarrollan su capacidad de observar, investigar, asombrarse, resignificar los objetos y los ambientes y crear estrategias”
Los juegos más provechosos para el aprendizaje
Finalmente, el juego no solo es un vehículo de aprendizaje, sino que despierta el interés por otros procesos individuales y sociales como: la reflexión, el análisis de situaciones, la solución de problemas lógicos, la sociabilización y la capacidad de abrirse a diferentes maneras de explorar el mundo que le rodea. Una ronda como ‘Dónde están las llaves’, les permite a los niños resolver pequeños conflictos propios de su edad. “Yo tengo un castillo, matarile, rile, rile. Dónde están las llaves, matarile, rile, ron chimpón. En el fondo del mar, matarile, rile, rile. Quién irá a buscarlas, matarile, rile, rile…”